
Caía la noche. De fondo, el ruido de los automóviles. Mientras se alejaba, avanzaba hacia él. Se trataba del dolor, que se desprendía de una fugaz ilusión sin poder dar marcha atrás. Allí se quedaba ella. No aceptaban que habían perdido los dos. Pero en el fondo sabían que eran los únicos que podían cuidar a la perfección los pasos del otro, que podían poner fin a la soledad. Ahora sólo quedaría un pasado guardado anclado en las huellas perdidas que la fina lluvia borraba al caer contra el suelo. Al fondo, una historia que se ahogaba como lo hacía el color que podría haberle devuelto la luz a sus vidas.