sábado, 24 de marzo de 2012

La mujer del balón


Todas las mañanas, desde que llevó aquí, la veo asomándose a su balcón. Sentada, con el pelo blanco y castigada por los años. Su marido la suele sacar para que vea la mañana en la enorme plaza que nos separa. Poco se conoce, excepto que un perro juguetea entre sus pies. Luego, por la tarde, vuelve a asomarse y así hasta que el crepúsculo se va. ¿Cuántos años llevarán juntos? Él la asoma cuando llega el mediodía y allí está, sentada mientras que él seguramente se dedique a hacer las tareas del hogar.
Parece estar enferma, la edad puede rondarle los setenta u ochenta años. Pero seguramente se asome al balcón recordando tiempos de ayer, cuando era una muchacha que andaba cerca del Guadalquivir cantando canciones de épocas oscuras donde no existía la libertad. Cómo ha cambiado el tiempo y ella tan débil, vivo retrato en sepia de lo que fue, mujer que día tras día recibe al sol desde el gran ventanal y donde se sienta a contemplar los mismos días que en un pasado la vieron  jugar en su infancia sin lágrimas montada sobre la velocidad de un sueño hacia destinos desconocidos.