
Las noches de mayo me recuerdan a noches de antaño. Los jazmines enredados en las paredes escalando hacia el cielo, los amaneceres con nombre y sed, las madrugadas cómplices del deseo y los segundos perdidos entre el pasado y los recuerdos. Noches que llegan cargadas de días que no volverán a repetirse, de momentos que no tendrán una segunda parte, porque nunca fueron buenas o quizás porque nunca supimos borrar la primera, donde todo lo inesperado se convertía en un guión que marcaba el compás de los pasos perdidos.