
El calor se derrama sobre el campo yerto. Sólo las chicharras a los lejos ponen notas de música a una escena que se ahoga entre los silencios de la tierra dormida. Ni el viento parece postrarse sobre la árida tierra vencida que soporta grandes ruedas de fuego. Las nubes se dispersan y desaparecen en la inmensidad del cielo. A lo lejos, los cerros se convierten en abrasadoras ascuas y los árboles se ahogan entre llamaradas que queman las paredes del cielo. Arde el mar.