Las doce campanadas de este bloguero que despide al año que
se nos va:

2.- Una etapa que se va. El pasado se deja atrás pero es
inevitable que se mira en el espejo de tu presente. Lo que aprendiste ayer te
servirá para hoy. Se cierra una etapa antes de lo que pensaba. Septiembre
brilló por su ausencia. Fue en julio cuando supe que había que pasar página
porque ya todo estaba superado.
2.- París. Se erigió como un reencuentro sin parangón. El
paradigma perfecto para volver a recordar tiempos que nos hicieron pensar que
esa época iba a perdurar en el espacio y el tiempo. No fue así. Nadie sabía la
fórmula exacta pero me reencontré con antiguos compañeros a los que desconocí
en ocasiones. Y ellos me desconocieron a mí, como sería lógico tras un tiempo
en el que ese camino no fue visitado por ambas partes. Creció la hierba. Se volvió
a podar. Y los llevo conmigo.
3.- La lluvia. Una de las grandes protagonistas de una
semana donde la vida se concentra. Se quedaron las calles sin Esperanza. Sin
ver al Gran Poder del que todo lo puede. Lloró el cielo, y esto pareció
Londres, plomizo y triste en una bohemia tarde de invierno. Esperemos que el
próximo año vuelva el sol.
4.- El Drago milenario. Tenerife como otro de los grandes
viajes del año. Varias horas de recorrido y varios días compartiendo
impresiones sobre una tierra donde recorrimos los últimos años. Hamburguesotes
y pizzas rancias para almorzar y cenar. Un buffet
libre durante todo el día, comida sin control. Y he ahí donde emerge el
descontrol de unos días inolvidables.
5.- Victoriano. Había
costado mucho esfuerzo por conseguir ese aire que venía de uno de los países
menos alabados por mí, quizás por mi sentido historicista. Al final entró
vestida de amarillo, y más que un mal augurio se convirtió en la que faltaba. Y
para colmo venía exclusivamente del país british.
Ironías.
6.- Un verano atípico. Los viajes han ayudado a paliar en
cierto modo esas crisis internas que alteran las relaciones con las demás
personas que te rodean en el pueblo donde has pasado toda tu vida. El volver no
muchas veces hace que las cosas sigan igual.
7.- La Gasparita
echa el fario. No se sabe porqué razón ni cómo ni cuándo, pero el viaje de la
Asunción de la Virgen lo van a olvidar bien pocos. Quizás porque quince días
después más de uno se quitó la máscara y dejó al descubierto el juego al que
había estado sometiendo al resto. No, por mucho que quieras no hablar del tema
sabemos quiénes fueron tus pasatiempos,
por mucho que en aquellas fiestas disfrutaras de tu baile de la victoria.
8.- La confesión. Al final todo se acaba sabiendo. De nada
sirve ir comentando qué ha sucedido o qué te parece. Más si lo haces con
premeditación y alevosía. Y para colmo en petit
comité, donde por muy poco acompañado que estés, no sabes si el que está en
frente te la va a jugar. Ella no lo sabe, pero yo sí.
9.- El giro de la discordia. La demostración de un cambio
que nos pilló por sorpresa a más de la
mitad. Esas idas y venidas y esos cambios tan inesperados que tomó la reina de
Pesteburgo nos hicieron replantearnos qué estaba sucediendo. Y fue ahí cuando
más de uno tomó la decisión de optar por alejarse.
10.- La otra. Se fue lejos. Y eso alegra a más de uno, y a
más de uno mucho más que a mí. Lo sé porque uno lleva en el juego unos cuantos
años y sabe de qué va el tema. Tras sus desplantes en noches de verbena dejó
claro que no le importábamos. Y me alegro porque el tiempo acabó dándome la
razón en cuanto a impresiones fundadas en secretos ocultos. Yo lo sabía. Lo iba
a hacer, siempre lo había hecho y a nadie pillaría por sorpresa.
11.- Halloween.
Nadie pensó que se convertiría en una noche terrorífica sin gracia alguna. Uno
no puede quejarse cuando no ha colaborado de nada de lo que está preparado.
Surge entonces la disputa, y el roce inevitable que hace que lo olvidado se
recupere para tomar decisiones en próximos eventos a organizar. Para colmo nos
enteramos de que las mentiras tienen las patas muy cortas, sobre todo si las
compartes con una prima que puede delatarte en cuanto pongas buenas caras a los
que te han estado esperando.
12.- El gran cisma de los errores aldeanos. Me pregunto si
los demás recordarán tanto los errores míos como yo recuerdo los de ellos.
Reconozco que me he equivocado en
ocasiones, lo malo, es que no todos los reconocemos por igual e intentamos
solucionarlos. El barco se hunde y cuando esto sucede las ratas son las
primeras en abandonarlo. Habrá que esperar a ver quién será el o la siguiente
en pirarse por la puerta. Mientras tanto, cada cual ha ido forjándose su propio
refugio a esperas de encontrar una pequeña barca que los saque de allí o donde
quedarse flotando hasta que ondee a lo lejos un pañuelo blanco anunciando en
fin de las guerras. Sólo queda un pequeño tablón de
madera despojado de una gran cuaderna flotando a lo lejos…
y muchos comenzando a
luchar por sus propios intereses.